lunes, 13 de abril de 2009

Retorno Interminable (Parte XX)

Furiosamente entró a la habitación y cerró la puerta de un golpe. No podía creer la incompetencia de sus subordinados. Se sentó un momento a pensar, ya que la situación era grave: si la operación fallaba, traería aparejada la muerte de millones de personas. Era una gran responsabilidad, pero él estaba bien entrenado para enfrentar el problema. Muchos años al servicio del Estado le aportaban una gran confianza en sí mismo, aunque también le aportaban mucho nivel de estrés. De hecho, él recordaba ser mucho más amable y dócil de joven.

- General Nobile, estamos preparados- dijo un soldado.

- Ya era hora, no sé porque se demoran tanto. Ordenen que las tropas estén en posición. No permitiré que esos malditos rebeldes logren tomar el poder- contestó el General Nobile, tras lo cual se levantó de su silla y fue hacia la sala de mando.

Lo único que deseaba era que todo esto terminara. Sabía que si esta operación salía bien, le iban a permitir jubilarse con honores y teniendo solo 39 años. Las leyes de su país -más en tiempos tan difíciles- eran muy beneficiosas para los miembros de las fuerzas armadas. De todos modos, aún con sus 39 años, él se sentía viejo. Ya había perdido gran parte de la destreza que poseía de joven, y ya solo servía para dar órdenes.

Además, se sentía olvidadizo. Muchas veces debía pensar un largo rato para acordarse de sucesos recientes y, a veces, hasta olvidaba el nombre de su padre o determinados sucesos de su pasado. Él atribuía ese fenómeno exclusivamente al estrés que, en poco tiempo, se terminaría para siempre.

También extrañaba mucho su hogar, aquél que hace tanto tiempo dejó y el cuál siempre recordaba con frescura y cariño. Se preguntaba si Lucrecia aún lo seguiría amando, ya que él no dejaba de pensar en ella un solo instante, aún después de tantos años sin verla y sin poder siquiera hablarle. Le fue completamente imposible hacerlo, aunque no esperaba que ella entendiese. La misión para la que fue llamado era de una importancia vital para el país, y exigía vivir en la clandestinidad por tiempo indefinido. Pero pronto, todo llegaría a su fin y el podría retornar a su hogar.

Un subordinado directo lo interpeló acerca de los detalles de la operación. Nobile estaba nervioso e hiperactivo, pero confiado. El Coronel Briggs le dijo:

-Loan, este será tu pase a retiro sin lugar a dudas. Habrán fiestas y siempre se recordará tu nombre.

Ya estaba todo preparado. El General Nobile dio la orden y el ejército atacó con misiles sobre la población, pero en blancos estratégicos. Sabía la posibilidad de bajas civiles inocentes, más era una condición necesaria para sofocar la insurgencia.

Si bien deseaba luchar en el campo de batalla, no despreciaba su posición de general, aún cuando todo parecía lejano y distante ya que él actuaba según lo que se le informaba, y según los datos que le proporcionaban sus asistentes. A veces hasta pensaba que todo era un gran simulacro, como un videojuego en el que uno da las órdenes y los cambios sólo se aprecian en la pantalla, pero jamás en la vida real. Era un pensamiento muy estúpido, aunque así lograba que el remordimiento le pesara menos.

El coronel Briggs le informaba los avances y todo parecía marchar favorablemente. En poco tiempo, el foco insurgente habría sido derrotado. Sin embargo, el nivel de estrés del General Nobile había alcanzado un pico máximo.

De repente, todo estaba borroso y confuso. No recordaba que había hecho el día anterior y había olvidado su primer nombre. Luego olvidó su apellido, su pasado y su presente y su mente se sumergió en un vórtice del que no encontraba la salida. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y empezó a ver todos los objetos de la sala de mando con siluetas no delineadas y borrosas. Un momento después, el General Loan Nobile cayó al piso desmayado.

No sabía cuanto tiempo había estado inconsciente. Se encontraba en un cuarto de hospital y el Coronel Briggs se hallaba a su lado.

- Tengo malas noticias - le dijo Briggs y agregó -la rebelión fue apaciguada... a costa de destruir por completo una región del país de la que solo queda un enorme hueco en el suelo. Debo confesarte algo... me agradabas, de veras. No hubiese querido que esto sucediese, pero no has sabido manejar bien la situación y cuando más necesario eras sufriste este desmayo.

- Soy tu superior, no podés hablarme en ese tono - le respondió Loan, que no dejaba de sorprenderse ante tal inédito discurso.

- Mi querido Loan, tengo que confesarte algo más - le dijo Briggs, - No sos superior de nadie, todo este tiempo fuiste sólo un títere. Las cosas no son lo que parece y alguien tiene que pagar el precio de este error y no seré yo.

Loan estaba perplejo y antes que pudiera decir algo Briggs agregó:

- Veré que el programa de lavado de cerebro sea llevado a cabo con el menor dolor posible. Te repito, me caes bien. ¡Sin rencores! ¡Hasta pronto Loan!

Antes que pudiera siquiera levantarse de su cama para increpar a Briggs, Loan empezó a sentirse mareado nuevamente y sufrió otro desmayo. Su mente volvió a entrar en un vórtice, uno del que ya no tendría retorno. Loan Nobile volvió a sufrir la manipulación de su cerebro.

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