miércoles, 25 de marzo de 2009

Citas andinas



"El soroche me mata"

"De ahora en más sos RegateoWoman"

"¡Con esos pies de arcilla podés hacer una vasija!"


"Eso más que un puré, parece un te de papas"


"D sixty chu. D sixty chu"



Interpretenlo como se les de la gana. Solo para entendidos jajaja. Dedicado a mi amiga del alma.




Auspicia: Boticas Fasa


*** Dedicado a Marcelino, que nos observa desde algún lado, nos despierta a la mañana y nos desorochea cada día. ***


Además, un agradecimiento especial:


domingo, 22 de marzo de 2009

Madre Tierra

Una banda muy recomendable

Flor de Loto: Banda de Rock Progresivo peruana, que ha editado 2 discos hasta la fecha. Tienen la particularidad de mezclar las características tradicionales del género del rock progresivo con instrumentos y ritmos autóctonos de los Andes. Tienen una gran influencia de Jethro Tull, entre otras bandas similares.



Estoy aquí
vuelvo hacia ti
Pachamama
renace en ti
camino a seguir
Madre Tierra


Flor de Loto - Madre Tierra

viernes, 20 de marzo de 2009

Retorno Interminable (Parte III-C)

C)

Pero la suerte le dio una mano. ¿O habrá sido el destino?

Loan salió antes de lo pensado de la última materia que cursaba ese viernes. Lo único que deseaba era volver a su casa y dormir hasta que fuera de noche, así poder salir nuevamente con sus amigos, por lo que apuró la marcha para tomar el subte que salía en 15 minutos. Si bien no era torpe, ni era frecuente que le sucedieran este tipo de cosas, se tropezó al bajar la escalera a la planta baja, cayendo y lastimándose una rodilla que quedó sangrando y con un aspecto muy desagradable. Sin embargo, capaz por la euforia del momento, o por el hecho de que tenía mucho sueño, o porque todo el mundo volteó para verlo, disimuló el dolor, se incorporó y siguió caminando como si nada, culpando por lo bajo a una hipotética baldosa floja.

Cuando llegó a la puerta que daba al exterior, descubrió que había empezado a llover y que, de hecho, estaba lloviendo muy intensamente. Sumamente fastidiado, empezó a salir del edificio cuando recordó que tenía un paraguas en su mochila, aunque no sabía bien porque. La lluvia siempre lo ponía de mal humor, pero se sintió un verdadero privilegiado al no tener que mojarse como el resto de la gente, a la que el chaparrón la tomó por sorpresa.

Día peculiar: salió antes de clase; se tropezó estupidamente, lastimandose una rodilla; repentinamente empezó a llover, pero por algún motivo tenía un paraguas... En definitiva, se percató que terminó escapando del recinto a la misma hora que lo hacía todos los viernes.

Al llegar a la estación de subte, Loan se encontraba inmerso en sus pensamientos cuando de repente vio a Lucrecia a 10 metros. Era la primera vez que la veía allí y estaba seguro de que no vivía cerca de su casa porque siempre la veía tomarse el colectivo en la esquina de la facultad. Automáticamente cortó todo su hilo de pensamiento y su mente ya no podía concentrarse en otra cosa que no fuera en ella. Llegó la formación de trenes y Lucrecia se subió al mismo coche que Loan pero en el extremo opuesto. Había lugar de sobra, así que ambos lograron sentarse y podían verse a la distancia. Loan la observaba discretamente, cuidando de no ser visto por ella, aunque sabía que seguramente ni notaría su presencia.

La contemplaba como nunca lo había hecho con ninguna otra mujer. Por algún motivo sentía que era lo que siempre estuvo buscando, aún sin haber nunca cruzado una palabra. Podía imaginarse toda serie de eventos futuros con ella, todo un mar de felicidad. Aunque luego caía en la cuenta: era muy hermosa y nunca siquiera le esbozaría una mirada.

El tren llegó a la estación J, y Loan debía bajarse. Notó que Lucrecia también descendió pero orientada hacia la salida opuesta a la suya. Despidiéndose mentalmente de ella, Loan bajó la mirada y subió la escalera que lo llevaba hasta la superficie para luego caminar las 3 cuadras que lo separaban de su hogar.

Llegó a su departamento, completamente desganado -como todos los días y como todas las semanas- sintiéndose más deprimido que de costumbre. Mentalmente, comenzó a replanteándose su ritmo de vida y sus expectativas para el futuro. Se sentía triste y malogrado. Se dio cuenta que su soledad y su fracaso en la vida lo empujaban a salir de noche para emborracharse y olvidarse de su realidad. Los pensamientos en su mente le daban vuelta, y se empezó a sentir acalorado en el momento que una terrible idea le llegó para solucionar todos sus problemas de una vez. Entre lágrimas, Loan se empezó a preparar para salir de su casa -tal vez por última vez- y así poder poner fin a su desdichada vida.

Habiendo ya preparado lo indispensable, se dispuso a salir. Quince minutos hicieron la diferencia. Un momento antes de abandonar su casa, tocaron el timbre. Se secó las lágrimas como pudo y antes de preguntar quién era, observó hacia afuera por la mirilla de la puerta. Loan se quedó petrificado y sin palabras cuando vio a Lucrecia parada frente a su puerta, ella también con sus ojos llenos de lágrimas, esperando tristemente que alguien le brindara ayuda.

martes, 17 de marzo de 2009

Retorno Interminable (Parte III - B)

B)

La semana pasó y estaba completamente agotado. Loan salía con sus amigos practicamente día por medio, por lo que acumuló unas 10 horas de sueño en total desde el lunes. Por otra parte, la búsqueda laboral no iba bien: tuvo 2 entrevistas sin éxito, situación que lo desmotivaba aún más. Lo único que veía positivo era que todavía no era época de exámenes y, más allá de tener debates a diarios en sus materias, se podía dar el lujo de especular y no estudiar.

Era ya viernes y lo único que deseaba -siendo las 7 am. y preparándose para ir a la facultad- era volver a dormir. Sentía que la noche anterior solo logró cerrar los ojos unos minutos para tener que despertar nuevamente.

Desayunó rápidamente y se tomó el tren subterráneo para llegar hasta la facultad. Allí seguramente se cruzaría con Lucrecia, como sucedía todos los viernes antes de cursar. Conocía su nombre solo de haber escuchado que la llamaban. Era muy hermosa, tenía un largo cabello castaño enrulado hacia el final, ojos marrones que a veces parecían de color miel, era delgada y casi tan alta como él. Tenía una timbre de voz algo agudo, pero siempre que la veía se encontraba riéndose y se notaba que le brotaba simpatía por todos lados.

- Jamás se fijaría en mí- pensaba Loan. No poseía ni rastros de algo semejante a la esperanza. No entendía, de hecho, porque le costaba tanto hablarle. Había escuchado una vez que, a menudo, las personas más valiosas para uno son a las que más miedo de hablar les tenemos, sea para confesar el más profundo de los amores o para hacer cualquier acto que ponga en riesgo la relación. El temor a la pérdida es generalmente muy alto, aunque fuese sólo la pérdida de la esperanza. Y si bien Loan en su fuero interno no veía muy probable que prosperase su relación, tampoco quería perder toda esperanza.


viernes, 13 de marzo de 2009

Retorno Interminable (Parte III - A)

A)

El almuerzo en casa de su padre había sido placentero. Loan admitía que Catarina, la novia de su padre, era bastante buena cocinando (no tanto como él, de todos modos). Aún podía saborear ese exquisito pollo con aquella exótica y desconocida salsa. Igualmente, estaba convencido de que no era nada del otro mundo y que él podría elaborar una salsa aún más exótica y agradable.

Por su parte, Froilan y Ananda habían crecido bastante desde la última vez que los vio.

- Los chicos a tan temprana edad suelen crecer muy rápidamente- pensó, -Tan rápidamente que ya ambos van al colegio primario. Es increíble el paso del tiempo. Eran tan pequeños cuando me fui de casa.

Froilan tenía 10 años y Ananda había cumplido 6 años hacía un par de semanas. Eran chicos realmente adorables, de un carácter muy dócil y bastante inteligentes para su corta edad. Tenían un vínculo muy especial como hermanos, siempre iban juntos a todos lados. Aún cuando se reunían con amigos intentaban estar juntos, a pesar de la diferencia de edad. Poseían un vínculo que trascendía, de alguna manera, lo simplemente humano.

Visitaba semanalmente a su padre. Si bien tenía un trato que era a veces algo frío, no era muy diferente a muchas otras relaciones entre padre e hijo. Loan aceptaba ir a su casa no tanto por ver a su padre, sino por lo tanto que extrañaba aquél cúmulo de ladrillos donde supo vivir en otra época pasada. El recuerdo de su madre era muy fuerte, y su casa nunca dejaba de traerle recuerdos de ella.

Tras almorzar y hacer una sutil sobremesa con su padre y Catarina (ya que los niños se habían levantado hacía un rato), Loan se levantó de la mesa y se paseó un rato por el jardín. Al notar que hacía mucho calor, decidió trasladarse hasta el gran salón. Los sofás negros eran muy cómodos y su aspecto acolchonado invitaba a pasar horas descansando en ellos. Intentó ver televisión, pero era tal el sueño que tenía que desistió. Entonces, se levantó y fue a observar los nuevos cuadros que su padre había comprado. Ni Loan ni su padre eran muy amantes de la pintura -como sí lo había sido su madre- pero debía admitir que las nuevas adquisiciones le daban un matiz muy pintoresco a la habitación y, en definitiva, a toda la casa. Siguió paseando su mirada hasta encontrar la vieja biblioteca, surtida con nuevos libros.

- Franz Kafka. Siempre deseé leer un libro de él- pensó mientras miraba una pequeña colección que su padre tenía. Volteo la cabeza de lado y leyó para sí los títulos de los libros. Uno le llamó mucho la atención, se llamaba "El Castillo". No supo porque, pero tuvo una especie de deja pasajero y un escalofrío le recorrió todo su cuerpo en un segundo.

Su padre sigilosamente se le acercó, tomándolo por sorpresa. Notó que Loan se sobresaltó un poco, pero no le dio importancia y le empezó a preguntar como seguía con su búsqueda laboral, como le estaba yendo en su vida, como le había ido en los exámenes en la universidad y todas preguntas sobre la vida personal de su hijo que no le gustaba hacer frente a su novia o frente a los pequeños Froilan y Ananda. La conversación no duró mucho, ya que a Loan no le gustaba que se entrometieran mucho en sus asuntos, por lo que respondió sintéticamente las preguntas de su padre.

- ¿No extrañás a tu hermana?- le preguntó el Sr. Nobile
- Sí. En un par de meses ya habrá pasado un año desde que se fue a España. Me reconforta saber que este teniendo éxito- le contestó Loan

El Sr. Nobile sabía que su hijo no estaba siendo sincero. En su fuero interno sentía culpa por haber favorecido siempre a su hija Valentina por sobre Loan, ya que la consideraba más dotada de inteligencia y de facultades para triunfar. Se sentía responsable de que su hermano tal vez no la quisiera verdaderamente, aunque confiaba en que su difunta esposa hubiese hecho una buena labor como madre, balanceando el desequilibrio que él demostraba en el trato.

Y la tarde fue pasando. Se sentaron en el patio trasero mientras respiraban ese aire distendido de los días domingos y disfrutaban del hermoso día soleado, ya menos caluroso. Froilan y Ananda se habían ido a jugar con amigos hacía un par de horas y recién habían regresado.

Cuando ya estaba atardeciendo, Loan decidió partir, aún ante la insistencia de su padre de quedarse a cenar. Se despidió apresuradamente, prometiendo pasar a visitarlos la semana entrante y se marchó a su departamento rápidamente con la excusa de que tenía mucho que estudiar para un examen muy próximo. Una típica verdad a medias: si bien debía estudiar, quería prepararse para salir con sus amigos.

Sentado en el colectivo, le sobrevino el deseo de mirarse retrospectivamente. Su vida no era la gran cosa, se sentía a veces algo desdichado. El recuerdo de la muerte de su madre, su condición de desempleado y la soledad que a veces sentía en su casa le hacían pensar tal cosa. Si bien salía con sus amigos casi todos los días, eso no lo hacía feliz. Tenía éxito con el sexo opuesto y solía divertirse mucho en las salidas con su amigo Brandon y su primo Vittorio. Pero igual se sentía incompleto. Y desdichado.

sábado, 7 de marzo de 2009

La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura



"No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.
El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.
En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla."*

Albert Einstein

* Gracias a mi amiga del alma (también conocida bajo el seudónimo de "Ricka Rubina") por aportarme tan valioso material



"... Desde el PRIEV (Partido para la Reforma Inmediata de los Estímulos Visuales) proponemos como principal medida la actualización de los colores de los semáforos. Con esto, finalmente daremos por terminados tantos años de hipocresía y mentiras, de partidos que prometieron el cambio de los colores y que con posterioridad cedieron a las presiones de los grupos económicos, sin dar cumplimento a sus dichos. Para nosotros, una promesa es una marca a fuego de nuestra honestidad y compromiso. Por eso, si somos electos, en la primera semana de nuestra gestión, cambiaremos absolutamente todas las luces de los semáforos de nuestro país, así como también evaluaremos cambiar otras señales lumínicas que sean de los viejos colores.
En definitiva, gente del pueblo de Aranfundaba, votenos. Si logramos formar parte del nuevo tetragobierno, solucionaremos la problemática de los semáforos, los cuales continúan mostrando luces verdes, amarillas y rojas, siendo que estos colores ya no pueden ser vistos con claridad por los humanos del año 2150 y son la principal causa de accidentes de tránsito. Hay gente que teme a las reformas, pero nosotros traemos el cambio..."



- Puta baldosa floja- se dijo a sí mismo, y agregó: -Quedé completamente mojado de las rodillas hacia abajo, todo por estas putas baldosas flojas. Caminar por las calles es cada vez más una travesía semejante a un rally pedestre. Todo se solucionaría tan fácil, simplemente habría que matar a las baldosas flojas, como lo hemos hecho ya con la gente pobre. Así no tendría que llegar con mis medias completamente húmedas, de la misma forma que ya no hay gente fea con ropas avejentadas deambulando por la calle.
De repente, una voz interior lo increpó y le dijo:
- Imbécil, como vas a decir algo semejante, tenés que cuidar tus palabras. No podes mentirle al mundo diciendo que te estás dirigiendo hacia un lugar cuando eso no es así. Date cuenta, tu mente no es el verdadero mundo, y tu realidad son los 10 barrotes de acero que tenés en frente tuyo y que no te dejarán nunca volver a la vida para pisar baldosas flojas o para matar gente pobre...


Mientras se debatía entre la vida y la muerte, entre el color ireset y el hewüs, entre comer una milanesa a la napolitana con puré de papas o unos sorrentinos de jamón y queso con salsa a los cuatro quesos, Herón daba vueltas en su habitación hablándose a sí mismo. Probablemente lo estuvieran escuchando y pensaran que él estaba loco. Pero no le importaba. No le importaba nada de este mundo. Los recuerdos de otra época lo acechaban y no lo dejaban en paz.
Ahora Herón tenía que decidirse finalmente. Había escogido el color ireset y comer una milanesa a la napolitana con puré de papas. Sin embargo, decidió dejar para más tarde la elección entre la vida y la muerte.
- Es un videojuego muy interesante- comentaba Arturo y decía: -Puedo hacer suicidar al protagonista si me está yendo mal, para que todo el juego empiece nuevamente...



Sentado y pensativo, el viejo empezó a recordar una por una a todas las personas a las que había ayudado en todos estos años. Sabía que sus apariciones repentinas a veces causaban temor en aquellos a los que iba a ayudar. Pero no sabía hacerlo de otra forma. Vestido con sus ropas harapientas que consistían en un chaleco gris de lana muy viejo que dejaba ver una camiseta blanca algo descolorida por la suciedad y un pantalón negro, el viejo partió en un nuevo viaje. Tenía que dar consejos a un nueva persona desorientada antes de que fuera demasiado tarde...

martes, 3 de marzo de 2009

Retorno Interminable (Parte II)

Nombre: Loan Nobile

Edad: 22 años

Fecha de nacimiento: 10 de noviembre de 1971

Profesión: Estudiante de Ciencia Política

Intereses: Música de los años 70, practicar deportes, ver documentales, leer libros de historia, cocinar

Se encontraba llenando otra aburrida solicitud de empleo, llena de ítems estúpidos y sin sentido. La realidad era dura para los jóvenes de aquél entonces, así que ya no filtraba las ofertas laborales y concurría a cada entrevista a la que era llamado. Dejaba su curriculum vitae y llenaba cuanta solicitud le acercaban. Se acostumbraba por aquella época a hacer ambas cosas, ya que las solicitudes eran reservadas en cada empresa para sus bancos de datos.

- Estúpida costumbre- se decía a sí mismo. Sin embargo, nunca se negó a completar alguna.

Con gran frustración volvía a su hogar, después de una agotadora mañana de facultad tras lo cual le siguió la inútil entrevista laboral. Estaba muy fastidioso. Vivía solo. Su padre le pasaba una mensualidad y le pagaba el alquiler de su vivienda. A Loan no le gustaba la soledad, pero su padre se la había impuesto so pretexto de que eso lo iba a ayudar a crecer, madurar y, en un futuro, desenvolverse por sí solo en su vida adulta.

Llegó a su departamento -el que se encontraba ubicado en una ruidosa y muy transitada avenida- y se tiró a la cama. Ya estaba acostumbrado a los bocinazos y a los destartalados colectivos que lo aturdían, por lo que no le costaba esfuerzo descansar. De repente, sonó el teléfono. Era su amigo Brandon que, por el tono de su voz, se hallaba aburrido y con ganas de salir a la noche. Convinieron en salir a un bar, y Brandon prometió llevar a unas amigas suyas.

Inmediatamente después, se preparó un veloz almuerzo calentando cosas que tenía en la heladera. Más allá de su afición por la cocina, se hallaba muy cansado como para realizar un plato más elaborado. Luego de comer intento estudiar, pero se encontraba tan desmotivado que abandonó la idea y se puso a ver televisión. Tras recorrer algunos canales, ubicó un documental sobre espías que le interesó mucho. Después de un rato de estar viéndolo, se enteró de la existencia de un mito urbano que giraba en torno al reclutamiento de agentes. Decían que frecuentemente sucedía que personas que desaparecían por algún tiempo -con la excusa de haber encontrado un buen trabajo en otro país- al volver a sus hogares cambiaban completamente su personalidad, tornándose agresivos, altaneros, mentirosos y perversamente astutos, cuestión que era no menos que llamativa para los familiares y amigos de tales sujetos. Agregaba el locutor que esas personas eran reclutadas forzosamente por agencias secretas del gobierno. Les hacían perder su voluntad, y las sometían a severos tratamientos de lavado de cerebro y eliminación de recuerdos.

El documental le pareció sumamente entretenido. Algo fantasioso de todos modos, pero aún así, entretenido. El teléfono sonó nuevamente. Se hallaba recostado en un sofá, por lo que se incorporó y atendió. Esta vez era su padre, invitándolo a cenar a su casa a la noche. Le dijo que no podía así que quedaron en verse para almorzar el domingo.

Pensó en su antiguo hogar. Volver allí siempre le traía recuerdos ya que Loan nunca hubiese querido irse. Extrañaba la gran mesa de roble de la cocina, en donde toda la familia -padre, madre, su hermana Valentina y él- se reunía a comer. Además, le traía recuerdos de su madre. Ya habían pasado varios años desde su muerte, pero aún así siempre la sentía presente. Y volver a visitar su antigua casa lo ponía melancólico y sensible por todos los recuerdos vividos. De todos modos, sentía que el espíritu de su madre aún rondaba las paredes de aquella casa y que, en cierta medida, la mantenía impoluta de malas energías, aportándole una sensación de paz inconmensurable ¡Cuánto extrañaba a su madre! Ya mucho llanto le ha dedicado en todos estos años, por lo que su recuerdo no lo afectaba sino en aquellas fechas claves en que los recuerdos y la realidad se entremezclan en un torbellino de sentimientos inexplicables.

Recordaba, también, pasearse las tardes por la biblioteca de la sala de estar y sentarse en los cómodos sillones donde pasaba horas y horas leyendo. Allí -por primera vez- descubrió su afición por la historia y por la política. Su madre siempre incentivó la lectura (no tanto su padre) de Loan y de su hermana Valentina. Les contaba de mundos fantásticos y de héroes intachables. Les hizo descubrir el dolor de la tragedia y la dicha de la gloria. Todo en los libros de esa gran biblioteca.

Pero lo que más extrañaba de su casa era su habitación, aquella donde se crió, donde creció, y en donde empezó a desarrollar sus sueños. Habitación que fue testigo de sus primeras lágrimas por desamores y de su tristeza por las traiciones. Y por sobre todo, extrañaba su cama y su colchón, ya que donde dormía ahora no tenía ningún punto de comparación con la comodidad reinante en su antiguo cuarto.

Cortó el hilo de pensamiento y volvió al documental que ya estaba terminando. El locutor agregaba -como finalizando- que se desconocía mucho sobre la vida de los espías y sobre la certeza de las operaciones de ciertas agencias de los gobiernos. Loan pensó en lo estúpido de tal afirmación, ya que por algo eran espías y por algo se mantenían en secreto. Pero por alguna razón la última frase lo trastornó un poco.

- Muchos espías solo encuentra la paz en su vida al envejecer. Aunque es una paz deformada por memorias olvidadas y por sentimientos de remordimiento inexplicables.

Se sintió perturbado, como si hubiese tenido un deja vù. Aunque al instante se acordó que a la noche le esperaba una interesante salida con Brandon y algunas de sus misteriosas amigas que rara vez presentaba.

Sin embargo, en lo profundo de su ser tenía la esperanza de que aquella hermosa compañera -con la que frecuentemente cursaba materias en la facultad- tarde o temprano se sentaría al lado suyo en alguna clase y él -por algún impulso divino- se animaría a hablarle.

- ¡Qué hermosa es!- pensó. Se sentía atraído no solo por su belleza, sino también por su sentido del humor y por su gran inteligencia.

Sin embargo, descartaba que su sueño se cumpliera alguna vez. No creía del todo posible que Lucrecia se fijara en él.

lunes, 2 de marzo de 2009

En la pradera (o Desilusión)

El aire le daba en la cara suavemente, como una caricia maternal. Respiraba profundamente como si el oxígeno se fuera a acabar, o como si nunca más tuviese la posibilidad de hacerlo. Iba caminando por una pradera casi vacía de árboles, pero densamente poblada de un pasto de color muy verde y que se sentía suave en los tobillos. Miraba el cielo y estaba completamente diáfano, con pocas nubes. El sol le iluminaba la cara y dejaba ver sus ojos llorosos con claridad. Dejaba ver su mirada de resignación.
Tras andar un buen trecho sin ningún rumbo, decidió arrojarse al suelo y quedarse tendido para siempre, solo observando las nubes pasar en el cielo azul. Y sus ojos llorosos, con su mirada perdida, ya no tendrían otra ocupación.


La noche lo tomó por sorpresa. Se había quedado dormido. El cielo continuaba despejado, pero ahora estaba repleto de hermosas y brillantes estrellas que, junto con una luna llena de un tamaño descomunal, iluminaban toda la pradera. Pensaba que se encontraba completamente solo en esa parte del mundo ya que había viajado mucho y atravesado largos caminos desiertos para conseguirlo. Sin embargo, vio a lo lejos una figura acercándose que caminaba con un paso lento y suave. Verlo le transmitía una especie de paz. Aún con lágrimas en sus ojos sintió una corriente de felicidad que lo abordaba. La figura se hacía más grande y ya podía distinguir algo de aquella persona que iba caminando hacia él. Era un individuo ya entrado en edad, que vestía ropas harapientas. Parecía que tenía una barba blanca y usaba un bastón de madera muy rústico.
En un instante que duró una eternidad, el viejo por fin había llegado al lado suyo. Ahora lo podía observar bien: tenía un rostro lleno de arrugas con una mirada que denotaba la experiencia y el sufrimiento, pero también podía observar la superación de ese sufrimiento en sus gestos. Poseía una larga barba extremadamente blanca; tan blanca que desentonaba con el aspecto de vagabundo que guardaba su figura.
Sin decir una palabra se le sentó enfrente. Se miraron a los ojos. El viejo no decía nada y él, aún estando sorprendido por tan extraño encuentro, sentía paz y no quería destruir la armonía del silencio que lo rondaba. Lo consideraba un encuentro mágico.
Luego de un rato, el viejo empezó a hablar:

- La vida está formada por ilusiones y sueños. También está la realidad, por supuesto. Pero la realidad no nace de la nada sino de lo que los humanos sueñan y desean. En el momento en que no hayan más sueños, la realidad morirá junto con la especie humana. Una de las cosas que nos hace tan especiales entre los animales es nuestra capacidad de crear. Y la creación es el mecanismo por el que los sueños se transforman en realidad.

Habiendo captado la total atención de su oyente, el viejo prosiguió:

- Entonces, mi querido amigo, no dejes que la desilusión se apodere de vos. La pérdida de toda ilusión, así como en el mundo acabaría con la realidad, en una persona acabaría con su vida. Por eso te encontrás caminando acá. No importan cuáles sean tus problemas, yo vine para intentar revivir tus ilusiones.

La charla prosiguió hasta llegado el amanecer. El anciano le habló de lo mucho que valía la vida y de que no cesara en sus expectativas. Le recomendó que partiese de ese lugar de inmediato.
Cuando ya hubo dicho todo, el viejo se levantó. Lo miró a los ojos un rato -como quién mira a un hijo que parte a realizar un largo viaje- para después inclinarse y darle un fuerte abrazo. Solo se escuchó que le dijo un comentario al oido. Y se fue caminando, lentamente, por donde había llegado.


Tal mágico encuentro había tenido efectos en su mente y en su alma. Pero aún no sabía que decisión tomar. El joven de los ojos llorosos se dirigió hacia el límite de la pradera. Hacia adelante solo había un precipicio que terminaba en el río, aproximadamente unos 200 metros abajo. Hacia atrás, le restaba volver a sus ilusiones.
El cielo estaba despejado aquél día también. El pasto suave de color verde, el viento fresco y tierno del amanecer y la soledad de aquél lugar en la pradera invitaban a tomar la más irrazonable de las decisiones.