Nombre: Loan Nobile
Edad: 22 años
Fecha de nacimiento: 10 de noviembre de 1971
Profesión: Estudiante de Ciencia Política
Intereses: Música de los años 70, practicar deportes, ver documentales, leer libros de historia, cocinar
Se encontraba llenando otra aburrida solicitud de empleo, llena de ítems estúpidos y sin sentido. La realidad era dura para los jóvenes de aquél entonces, así que ya no filtraba las ofertas laborales y concurría a cada entrevista a la que era llamado. Dejaba su curriculum vitae y llenaba cuanta solicitud le acercaban. Se acostumbraba por aquella época a hacer ambas cosas, ya que las solicitudes eran reservadas en cada empresa para sus bancos de datos.
- Estúpida costumbre- se decía a sí mismo. Sin embargo, nunca se negó a completar alguna.
Con gran frustración volvía a su hogar, después de una agotadora mañana de facultad tras lo cual le siguió la inútil entrevista laboral. Estaba muy fastidioso. Vivía solo. Su padre le pasaba una mensualidad y le pagaba el alquiler de su vivienda. A Loan no le gustaba la soledad, pero su padre se la había impuesto so pretexto de que eso lo iba a ayudar a crecer, madurar y, en un futuro, desenvolverse por sí solo en su vida adulta.
Llegó a su departamento -el que se encontraba ubicado en una ruidosa y muy transitada avenida- y se tiró a la cama. Ya estaba acostumbrado a los bocinazos y a los destartalados colectivos que lo aturdían, por lo que no le costaba esfuerzo descansar. De repente, sonó el teléfono. Era su amigo Brandon que, por el tono de su voz, se hallaba aburrido y con ganas de salir a la noche. Convinieron en salir a un bar, y Brandon prometió llevar a unas amigas suyas.
Inmediatamente después, se preparó un veloz almuerzo calentando cosas que tenía en la heladera. Más allá de su afición por la cocina, se hallaba muy cansado como para realizar un plato más elaborado. Luego de comer intento estudiar, pero se encontraba tan desmotivado que abandonó la idea y se puso a ver televisión. Tras recorrer algunos canales, ubicó un documental sobre espías que le interesó mucho. Después de un rato de estar viéndolo, se enteró de la existencia de un mito urbano que giraba en torno al reclutamiento de agentes. Decían que frecuentemente sucedía que personas que desaparecían por algún tiempo -con la excusa de haber encontrado un buen trabajo en otro país- al volver a sus hogares cambiaban completamente su personalidad, tornándose agresivos, altaneros, mentirosos y perversamente astutos, cuestión que era no menos que llamativa para los familiares y amigos de tales sujetos. Agregaba el locutor que esas personas eran reclutadas forzosamente por agencias secretas del gobierno. Les hacían perder su voluntad, y las sometían a severos tratamientos de lavado de cerebro y eliminación de recuerdos.
El documental le pareció sumamente entretenido. Algo fantasioso de todos modos, pero aún así, entretenido. El teléfono sonó nuevamente. Se hallaba recostado en un sofá, por lo que se incorporó y atendió. Esta vez era su padre, invitándolo a cenar a su casa a la noche. Le dijo que no podía así que quedaron en verse para almorzar el domingo.
Pensó en su antiguo hogar. Volver allí siempre le traía recuerdos ya que Loan nunca hubiese querido irse. Extrañaba la gran mesa de roble de la cocina, en donde toda la familia -padre, madre, su hermana Valentina y él- se reunía a comer. Además, le traía recuerdos de su madre. Ya habían pasado varios años desde su muerte, pero aún así siempre la sentía presente. Y volver a visitar su antigua casa lo ponía melancólico y sensible por todos los recuerdos vividos. De todos modos, sentía que el espíritu de su madre aún rondaba las paredes de aquella casa y que, en cierta medida, la mantenía impoluta de malas energías, aportándole una sensación de paz inconmensurable ¡Cuánto extrañaba a su madre! Ya mucho llanto le ha dedicado en todos estos años, por lo que su recuerdo no lo afectaba sino en aquellas fechas claves en que los recuerdos y la realidad se entremezclan en un torbellino de sentimientos inexplicables.
Recordaba, también, pasearse las tardes por la biblioteca de la sala de estar y sentarse en los cómodos sillones donde pasaba horas y horas leyendo. Allí -por primera vez- descubrió su afición por la historia y por la política. Su madre siempre incentivó la lectura (no tanto su padre) de Loan y de su hermana Valentina. Les contaba de mundos fantásticos y de héroes intachables. Les hizo descubrir el dolor de la tragedia y la dicha de la gloria. Todo en los libros de esa gran biblioteca.
Pero lo que más extrañaba de su casa era su habitación, aquella donde se crió, donde creció, y en donde empezó a desarrollar sus sueños. Habitación que fue testigo de sus primeras lágrimas por desamores y de su tristeza por las traiciones. Y por sobre todo, extrañaba su cama y su colchón, ya que donde dormía ahora no tenía ningún punto de comparación con la comodidad reinante en su antiguo cuarto.
Cortó el hilo de pensamiento y volvió al documental que ya estaba terminando. El locutor agregaba -como finalizando- que se desconocía mucho sobre la vida de los espías y sobre la certeza de las operaciones de ciertas agencias de los gobiernos. Loan pensó en lo estúpido de tal afirmación, ya que por algo eran espías y por algo se mantenían en secreto. Pero por alguna razón la última frase lo trastornó un poco.
- Muchos espías solo encuentra la paz en su vida al envejecer. Aunque es una paz deformada por memorias olvidadas y por sentimientos de remordimiento inexplicables.
Se sintió perturbado, como si hubiese tenido un deja vù. Aunque al instante se acordó que a la noche le esperaba una interesante salida con Brandon y algunas de sus misteriosas amigas que rara vez presentaba.
Sin embargo, en lo profundo de su ser tenía la esperanza de que aquella hermosa compañera -con la que frecuentemente cursaba materias en la facultad- tarde o temprano se sentaría al lado suyo en alguna clase y él -por algún impulso divino- se animaría a hablarle.
- ¡Qué hermosa es!- pensó. Se sentía atraído no solo por su belleza, sino también por su sentido del humor y por su gran inteligencia.
Sin embargo, descartaba que su sueño se cumpliera alguna vez. No creía del todo posible que Lucrecia se fijara en él.
Edad: 22 años
Fecha de nacimiento: 10 de noviembre de 1971
Profesión: Estudiante de Ciencia Política
Intereses: Música de los años 70, practicar deportes, ver documentales, leer libros de historia, cocinar
Se encontraba llenando otra aburrida solicitud de empleo, llena de ítems estúpidos y sin sentido. La realidad era dura para los jóvenes de aquél entonces, así que ya no filtraba las ofertas laborales y concurría a cada entrevista a la que era llamado. Dejaba su curriculum vitae y llenaba cuanta solicitud le acercaban. Se acostumbraba por aquella época a hacer ambas cosas, ya que las solicitudes eran reservadas en cada empresa para sus bancos de datos.
- Estúpida costumbre- se decía a sí mismo. Sin embargo, nunca se negó a completar alguna.
Con gran frustración volvía a su hogar, después de una agotadora mañana de facultad tras lo cual le siguió la inútil entrevista laboral. Estaba muy fastidioso. Vivía solo. Su padre le pasaba una mensualidad y le pagaba el alquiler de su vivienda. A Loan no le gustaba la soledad, pero su padre se la había impuesto so pretexto de que eso lo iba a ayudar a crecer, madurar y, en un futuro, desenvolverse por sí solo en su vida adulta.
Llegó a su departamento -el que se encontraba ubicado en una ruidosa y muy transitada avenida- y se tiró a la cama. Ya estaba acostumbrado a los bocinazos y a los destartalados colectivos que lo aturdían, por lo que no le costaba esfuerzo descansar. De repente, sonó el teléfono. Era su amigo Brandon que, por el tono de su voz, se hallaba aburrido y con ganas de salir a la noche. Convinieron en salir a un bar, y Brandon prometió llevar a unas amigas suyas.
Inmediatamente después, se preparó un veloz almuerzo calentando cosas que tenía en la heladera. Más allá de su afición por la cocina, se hallaba muy cansado como para realizar un plato más elaborado. Luego de comer intento estudiar, pero se encontraba tan desmotivado que abandonó la idea y se puso a ver televisión. Tras recorrer algunos canales, ubicó un documental sobre espías que le interesó mucho. Después de un rato de estar viéndolo, se enteró de la existencia de un mito urbano que giraba en torno al reclutamiento de agentes. Decían que frecuentemente sucedía que personas que desaparecían por algún tiempo -con la excusa de haber encontrado un buen trabajo en otro país- al volver a sus hogares cambiaban completamente su personalidad, tornándose agresivos, altaneros, mentirosos y perversamente astutos, cuestión que era no menos que llamativa para los familiares y amigos de tales sujetos. Agregaba el locutor que esas personas eran reclutadas forzosamente por agencias secretas del gobierno. Les hacían perder su voluntad, y las sometían a severos tratamientos de lavado de cerebro y eliminación de recuerdos.
El documental le pareció sumamente entretenido. Algo fantasioso de todos modos, pero aún así, entretenido. El teléfono sonó nuevamente. Se hallaba recostado en un sofá, por lo que se incorporó y atendió. Esta vez era su padre, invitándolo a cenar a su casa a la noche. Le dijo que no podía así que quedaron en verse para almorzar el domingo.
Pensó en su antiguo hogar. Volver allí siempre le traía recuerdos ya que Loan nunca hubiese querido irse. Extrañaba la gran mesa de roble de la cocina, en donde toda la familia -padre, madre, su hermana Valentina y él- se reunía a comer. Además, le traía recuerdos de su madre. Ya habían pasado varios años desde su muerte, pero aún así siempre la sentía presente. Y volver a visitar su antigua casa lo ponía melancólico y sensible por todos los recuerdos vividos. De todos modos, sentía que el espíritu de su madre aún rondaba las paredes de aquella casa y que, en cierta medida, la mantenía impoluta de malas energías, aportándole una sensación de paz inconmensurable ¡Cuánto extrañaba a su madre! Ya mucho llanto le ha dedicado en todos estos años, por lo que su recuerdo no lo afectaba sino en aquellas fechas claves en que los recuerdos y la realidad se entremezclan en un torbellino de sentimientos inexplicables.
Recordaba, también, pasearse las tardes por la biblioteca de la sala de estar y sentarse en los cómodos sillones donde pasaba horas y horas leyendo. Allí -por primera vez- descubrió su afición por la historia y por la política. Su madre siempre incentivó la lectura (no tanto su padre) de Loan y de su hermana Valentina. Les contaba de mundos fantásticos y de héroes intachables. Les hizo descubrir el dolor de la tragedia y la dicha de la gloria. Todo en los libros de esa gran biblioteca.
Pero lo que más extrañaba de su casa era su habitación, aquella donde se crió, donde creció, y en donde empezó a desarrollar sus sueños. Habitación que fue testigo de sus primeras lágrimas por desamores y de su tristeza por las traiciones. Y por sobre todo, extrañaba su cama y su colchón, ya que donde dormía ahora no tenía ningún punto de comparación con la comodidad reinante en su antiguo cuarto.
Cortó el hilo de pensamiento y volvió al documental que ya estaba terminando. El locutor agregaba -como finalizando- que se desconocía mucho sobre la vida de los espías y sobre la certeza de las operaciones de ciertas agencias de los gobiernos. Loan pensó en lo estúpido de tal afirmación, ya que por algo eran espías y por algo se mantenían en secreto. Pero por alguna razón la última frase lo trastornó un poco.
- Muchos espías solo encuentra la paz en su vida al envejecer. Aunque es una paz deformada por memorias olvidadas y por sentimientos de remordimiento inexplicables.
Se sintió perturbado, como si hubiese tenido un deja vù. Aunque al instante se acordó que a la noche le esperaba una interesante salida con Brandon y algunas de sus misteriosas amigas que rara vez presentaba.
Sin embargo, en lo profundo de su ser tenía la esperanza de que aquella hermosa compañera -con la que frecuentemente cursaba materias en la facultad- tarde o temprano se sentaría al lado suyo en alguna clase y él -por algún impulso divino- se animaría a hablarle.
- ¡Qué hermosa es!- pensó. Se sentía atraído no solo por su belleza, sino también por su sentido del humor y por su gran inteligencia.
Sin embargo, descartaba que su sueño se cumpliera alguna vez. No creía del todo posible que Lucrecia se fijara en él.
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