viernes, 13 de marzo de 2009

Retorno Interminable (Parte III - A)

A)

El almuerzo en casa de su padre había sido placentero. Loan admitía que Catarina, la novia de su padre, era bastante buena cocinando (no tanto como él, de todos modos). Aún podía saborear ese exquisito pollo con aquella exótica y desconocida salsa. Igualmente, estaba convencido de que no era nada del otro mundo y que él podría elaborar una salsa aún más exótica y agradable.

Por su parte, Froilan y Ananda habían crecido bastante desde la última vez que los vio.

- Los chicos a tan temprana edad suelen crecer muy rápidamente- pensó, -Tan rápidamente que ya ambos van al colegio primario. Es increíble el paso del tiempo. Eran tan pequeños cuando me fui de casa.

Froilan tenía 10 años y Ananda había cumplido 6 años hacía un par de semanas. Eran chicos realmente adorables, de un carácter muy dócil y bastante inteligentes para su corta edad. Tenían un vínculo muy especial como hermanos, siempre iban juntos a todos lados. Aún cuando se reunían con amigos intentaban estar juntos, a pesar de la diferencia de edad. Poseían un vínculo que trascendía, de alguna manera, lo simplemente humano.

Visitaba semanalmente a su padre. Si bien tenía un trato que era a veces algo frío, no era muy diferente a muchas otras relaciones entre padre e hijo. Loan aceptaba ir a su casa no tanto por ver a su padre, sino por lo tanto que extrañaba aquél cúmulo de ladrillos donde supo vivir en otra época pasada. El recuerdo de su madre era muy fuerte, y su casa nunca dejaba de traerle recuerdos de ella.

Tras almorzar y hacer una sutil sobremesa con su padre y Catarina (ya que los niños se habían levantado hacía un rato), Loan se levantó de la mesa y se paseó un rato por el jardín. Al notar que hacía mucho calor, decidió trasladarse hasta el gran salón. Los sofás negros eran muy cómodos y su aspecto acolchonado invitaba a pasar horas descansando en ellos. Intentó ver televisión, pero era tal el sueño que tenía que desistió. Entonces, se levantó y fue a observar los nuevos cuadros que su padre había comprado. Ni Loan ni su padre eran muy amantes de la pintura -como sí lo había sido su madre- pero debía admitir que las nuevas adquisiciones le daban un matiz muy pintoresco a la habitación y, en definitiva, a toda la casa. Siguió paseando su mirada hasta encontrar la vieja biblioteca, surtida con nuevos libros.

- Franz Kafka. Siempre deseé leer un libro de él- pensó mientras miraba una pequeña colección que su padre tenía. Volteo la cabeza de lado y leyó para sí los títulos de los libros. Uno le llamó mucho la atención, se llamaba "El Castillo". No supo porque, pero tuvo una especie de deja pasajero y un escalofrío le recorrió todo su cuerpo en un segundo.

Su padre sigilosamente se le acercó, tomándolo por sorpresa. Notó que Loan se sobresaltó un poco, pero no le dio importancia y le empezó a preguntar como seguía con su búsqueda laboral, como le estaba yendo en su vida, como le había ido en los exámenes en la universidad y todas preguntas sobre la vida personal de su hijo que no le gustaba hacer frente a su novia o frente a los pequeños Froilan y Ananda. La conversación no duró mucho, ya que a Loan no le gustaba que se entrometieran mucho en sus asuntos, por lo que respondió sintéticamente las preguntas de su padre.

- ¿No extrañás a tu hermana?- le preguntó el Sr. Nobile
- Sí. En un par de meses ya habrá pasado un año desde que se fue a España. Me reconforta saber que este teniendo éxito- le contestó Loan

El Sr. Nobile sabía que su hijo no estaba siendo sincero. En su fuero interno sentía culpa por haber favorecido siempre a su hija Valentina por sobre Loan, ya que la consideraba más dotada de inteligencia y de facultades para triunfar. Se sentía responsable de que su hermano tal vez no la quisiera verdaderamente, aunque confiaba en que su difunta esposa hubiese hecho una buena labor como madre, balanceando el desequilibrio que él demostraba en el trato.

Y la tarde fue pasando. Se sentaron en el patio trasero mientras respiraban ese aire distendido de los días domingos y disfrutaban del hermoso día soleado, ya menos caluroso. Froilan y Ananda se habían ido a jugar con amigos hacía un par de horas y recién habían regresado.

Cuando ya estaba atardeciendo, Loan decidió partir, aún ante la insistencia de su padre de quedarse a cenar. Se despidió apresuradamente, prometiendo pasar a visitarlos la semana entrante y se marchó a su departamento rápidamente con la excusa de que tenía mucho que estudiar para un examen muy próximo. Una típica verdad a medias: si bien debía estudiar, quería prepararse para salir con sus amigos.

Sentado en el colectivo, le sobrevino el deseo de mirarse retrospectivamente. Su vida no era la gran cosa, se sentía a veces algo desdichado. El recuerdo de la muerte de su madre, su condición de desempleado y la soledad que a veces sentía en su casa le hacían pensar tal cosa. Si bien salía con sus amigos casi todos los días, eso no lo hacía feliz. Tenía éxito con el sexo opuesto y solía divertirse mucho en las salidas con su amigo Brandon y su primo Vittorio. Pero igual se sentía incompleto. Y desdichado.

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