B)
La semana pasó y estaba completamente agotado. Loan salía con sus amigos practicamente día por medio, por lo que acumuló unas 10 horas de sueño en total desde el lunes. Por otra parte, la búsqueda laboral no iba bien: tuvo 2 entrevistas sin éxito, situación que lo desmotivaba aún más. Lo único que veía positivo era que todavía no era época de exámenes y, más allá de tener debates a diarios en sus materias, se podía dar el lujo de especular y no estudiar.
Era ya viernes y lo único que deseaba -siendo las 7 am. y preparándose para ir a la facultad- era volver a dormir. Sentía que la noche anterior solo logró cerrar los ojos unos minutos para tener que despertar nuevamente.
Desayunó rápidamente y se tomó el tren subterráneo para llegar hasta la facultad. Allí seguramente se cruzaría con Lucrecia, como sucedía todos los viernes antes de cursar. Conocía su nombre solo de haber escuchado que la llamaban. Era muy hermosa, tenía un largo cabello castaño enrulado hacia el final, ojos marrones que a veces parecían de color miel, era delgada y casi tan alta como él. Tenía una timbre de voz algo agudo, pero siempre que la veía se encontraba riéndose y se notaba que le brotaba simpatía por todos lados.
- Jamás se fijaría en mí- pensaba Loan. No poseía ni rastros de algo semejante a la esperanza. No entendía, de hecho, porque le costaba tanto hablarle. Había escuchado una vez que, a menudo, las personas más valiosas para uno son a las que más miedo de hablar les tenemos, sea para confesar el más profundo de los amores o para hacer cualquier acto que ponga en riesgo la relación. El temor a la pérdida es generalmente muy alto, aunque fuese sólo la pérdida de la esperanza. Y si bien Loan en su fuero interno no veía muy probable que prosperase su relación, tampoco quería perder toda esperanza.
La semana pasó y estaba completamente agotado. Loan salía con sus amigos practicamente día por medio, por lo que acumuló unas 10 horas de sueño en total desde el lunes. Por otra parte, la búsqueda laboral no iba bien: tuvo 2 entrevistas sin éxito, situación que lo desmotivaba aún más. Lo único que veía positivo era que todavía no era época de exámenes y, más allá de tener debates a diarios en sus materias, se podía dar el lujo de especular y no estudiar.
Era ya viernes y lo único que deseaba -siendo las 7 am. y preparándose para ir a la facultad- era volver a dormir. Sentía que la noche anterior solo logró cerrar los ojos unos minutos para tener que despertar nuevamente.
Desayunó rápidamente y se tomó el tren subterráneo para llegar hasta la facultad. Allí seguramente se cruzaría con Lucrecia, como sucedía todos los viernes antes de cursar. Conocía su nombre solo de haber escuchado que la llamaban. Era muy hermosa, tenía un largo cabello castaño enrulado hacia el final, ojos marrones que a veces parecían de color miel, era delgada y casi tan alta como él. Tenía una timbre de voz algo agudo, pero siempre que la veía se encontraba riéndose y se notaba que le brotaba simpatía por todos lados.
- Jamás se fijaría en mí- pensaba Loan. No poseía ni rastros de algo semejante a la esperanza. No entendía, de hecho, porque le costaba tanto hablarle. Había escuchado una vez que, a menudo, las personas más valiosas para uno son a las que más miedo de hablar les tenemos, sea para confesar el más profundo de los amores o para hacer cualquier acto que ponga en riesgo la relación. El temor a la pérdida es generalmente muy alto, aunque fuese sólo la pérdida de la esperanza. Y si bien Loan en su fuero interno no veía muy probable que prosperase su relación, tampoco quería perder toda esperanza.
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